Imprevistos.
- sígueme- … -vamos, no tengas miedo-
Sebastián sigue a aquella voz misteriosa, mira a los lados
lentamente, es inútil, la luz difumina gran parte de su vista. Siente la brisa
entre su piel mientras continúa caminando, la mirada perdida, los pies descalzos,
ni frio ni calor, solo aquella voz, dulce, serena, tranquilizante, más y más
pequeños pasos, hasta llegar a una pared que al tacto de este se siente fría.
- ¿Qué es esto? ¿en dónde estoy? - se pregunta el muchacho mientras
se acomoda el pelo.
-tranquilo- Sebastián gira la cabeza a todos lados en busca de la
voz. -date la vuelta-
El chico muy extrañado mira aquella pared, trata de observar algo,
pero es en vano, todo es muy difuso, sin embargo, poco a poco una silueta aparece.
- ¿me recuerdas? - el chico siente que las piernas le dejan de responder,
el pecho se siente hueco, la sonrisa esta ausente, en vez de ella una expresión
de tristeza y remordimiento en sus labios.
- tu eres…-
Sebastián se despierta de golpe, el mismo sentimiento de aquel
sueño persiste, sentado sobre su cama con las mantas aun en sus pies, chico
presiona sus nudillos, el cabello cae en su rostro, mientras se agacha; en las
sabanas se empiezan a notar pequeños círculos de gotas saladas.
- ¡perdón! - grita el chico forzando la garganta. -te fallé… no
podre cumplir mi promesa, de llevarte a ver el mar…- susurra entre suspiros y lágrimas.
Por otra parte, un par de horas después Thaniel se prepara para su
rutina de entrenamiento, toma un arco y 4 flechas, además de una mochila
repleta de piedras, como es rutina sale con Hayden a correr, alrededor de la
ciudad, o por o menos lo intentan sin antes rendirse.
Hayden llama a la puerta, pero es extraño este no trae la mochila
de entrenamiento, al lado de él está Sebastián con una mirada perdida, casi melancólica.
-te salvaste de tu derrota de hoy- esboza Hayden con su característico
tono egocéntrico.
-jajajaja vamos, que jamás has podido hacer frente – responde
Thaniel con su sonrisa sincera -¿pero qué hacen ambos aquí? Digo no es normal, que Sebastián este
libre tan temprano-
-es hora de trabajar, estamos al borde de la guerra, y victoria quiere
hablar con nosotros-
Más tarde en la planta de entrenamiento los chicos avanzan por los
pasillos, entre bromas y juegos llegan a una sala, la puerta de esta es tan
grande que necesitarías una escalera para limpiar la parte de arriba, ésta como
casi todas son automáticas, en la parte de arriba tiene la frase “sala de almas
unidas” escrito con letras doradas, las puertas se abren y al pasar ven a todos
los reclutas, con sus equipos formados, eran casi 100 personas, la sala con
pantallas por todas partes, artilugios de alta tecnología, computadoras y
destellos luminosos de casi todos los colores, los chicos no se quedaban atrás,
casi todos en sus ropas tenían alta tecnología, tal vez no visible pero
presente; los murmullos de todos los presentes amenizaban la reunión, no es la
típica escena triste, al contrario, viejos conocidos por todas partes, los
chicos alegres y jugueteando, los señores no se quedaban atrás, los abrazos
entre sonrisas se veían a la vista.
-hola, lamento tardar tanto- comienza a hablar Victoria desde el
fondo de la habitación a la par que todos prestan atención creando un silencio
perfecto para hablar, victoria se acerca al centro de la sala, mientras les indica
que creen un espacio, del suelo sale una mesa, nada fuera de lo normal, una
mesa de madera, pintada de blanco, sin nada de especial, todos los presentes
prestan atención a lo que está por decir Victoria.
-Perdonen por citarlos aquí hoy, el motivo de esta reunión es
debido a la amenazante de la guerra; nuestras fuentes nos plantean que todos
los distritos se están uniendo, de ser eso cierto, estaríamos en una continua
desventaja, por lo que enviaremos a cada escuadrón a un distrito distinto, la
misión es cortar las comunicaciones y convencerlos de que están solos, así
llegar a un tratado de paz con cada distrito…-
- ¡seria ganarla guerra desde adentro y sin pelear es una magnifica
idea! - se escucha una voz de entre las personas mientras que a la par se
escuchan las celebraciones de todos.
-chicos- Continúa Victoria – tienen que entender algo, hay
distritos muy crueles, puede que algunos no regresemos, si escuchan bien, yo
también iré- El silencio sobrio inunda la habitación. -solo llame a los que
pudieron pasar el entrenamiento en su máxima dificultad, no podemos hacer que
los demás se preocupen, no es lo correcto, si alguien se quiere retirar es el
momento, solo les pido, no como jefa, si no como amiga, no desaten el pánico en
las personas; dicho esto, son libres de irse si así lo desean.- las lágrimas
corren por las mejillas de aquella mujer; un pañuelo recorre las manos de los
presentes hasta llegar a las manos de victoria.
- ¡tienen que regresar! - la voz de Hayden se hace presente. -Por
lo visto todos estamos dispuestos a sacrificarnos por los demás; ¡pero no los
perdonare si no regresan!, más les vale regresar, hay que mostrarle al mundo
que ya se derramo la sangre suficiente a través de toda la historia, es momento
de sanar, nadie nos a ayudado, pero podemos ser la cura para un mal que
nosotros como humanidad hemos causado-
Los presentes tienen distintas reacciones, unos lloran, otros
tienen miedo, entre algunas chicas se nota el disgusto en la presión de sus
labios, sin embargo, hay un sentimiento mutuo, formado entre todas las personas…
“esperanza”
-vamos a la batalla, confió en ustedes, y al regresar hay que celebrarlo-
un señor algo grande lo manifiesta, pocas canas, una vestimenta simple, un pantalón
azul marino, con zapatillas de correr y playera blanca, una estatura común,
pero con rasgos de la edad bastante marcados.
Después de una larga plática todos los grupos salen de la habitación,
cada uno ya con los distritos que les tocaban, Sebastián, Hayden y Thaniel se dirigen
cada uno a sus recintos a prepararse.
- ¿me recuerdas?- aquellas palabras resuenan en la cabeza de Sebastián,
este mirándose al espejo en el cuarto de baño mientras el vapor del ambiente se
espesa a la par que el cristal poco a poco comienza a empañarse -¿me
recuerdas?- el cristal termina de empañarse por completo, nuevamente una
lagrima recorre la mejilla del chico, el silencio se palpa, la soledad abruma
-perdón…- solloza Sebastián mientas las
manos que lo sostenían en el lavamanos empiezan a perder su fuerza.
El timbre rompe aquella escena -Que extraño ya es tarde, deberían
de estar descansando para mañana- piensa Sebastián mientras se viste para dirigirse
a abrir la puerta.
-hola, supongo que no creías que no nos daríamos cuenta de que
estabas triste- Enuncia Thaniel mientras entra sin preguntar a la casa de Sebastián
mientras que Hayden le sigue.
La casa era simple, una pequeña sala al lado de la cocina, las
paredes pintadas de azul turquesa, sin adornos o mas decoraciones, los sillones
rojos con tela rugosa, con cojines laterales, así como un pequeño peluche de un
cactus.
-siéntense- Sebastián lo propone mientras se sienta en aquellos
sillones.
-vamos ¿Qué tienes? - murmura Hayden mientras rasca su cabeza
-nada- responde Sebastián con voz seca.
-tranquilo hermano, no pasará nada si no nos dices, solo quiero
que sepas que cuentas con nosotros- agrega Thaniel en tono comprensivo.
El silencio se palpa, la tensión aumenta, mientras que Sebastián
suspira y agacha su cabeza.
-Bueno quiero algo de beber y tampoco es como que te pida permiso ¿o
sí? - Hayden parlotea en tono burlón
mientras se dirige a la cocina.
-no los pienso perder- susurra Sebastián mientras junta sus manos
y las aprieta.
-no sé qué tengas, solo puedo decirte que todos tenemos secretos,
lo sé, a mí también me pesan cosas, a veces no me dejan dormir…-
- ¿tú qué sabes? – interrumpe Sebastián en tono enfadado y disgustado.
-Déjame adivinar. Tu voz cuando estás solo se estanca, tu cuerpo
deja de responderte, sientes que todo a tu alrededor se ve extraño, aunque lo
vez a diario, y poco a poco cierras las cortinas para que pase cada vez menos
luz, de pronto ya no tienes apetito, las lagrimas caen y no sabes porque, estas
cansado y… parece que todo se repite…-
-basta- interrumpe Sebastián sosteniendo su cabeza, con las manos
aun juntas y poniéndolas en su nuca -ya basta por favor, no entiendo como sabes
todo eso- responde con la voz entre cortada.
-porque… a mí me pasa igual- solloza Thaniel mientras
inevitablemente agacha la mirada.
Mientras tanto Hayden escucha todo desde la puerta de la cocina, agacha
a cabeza al sentir la impotencia, toma tres sodas de la nevera, saca el pastel favorito
de Sebastián -Espero esto sirva- susurra mientras toma tres tenedores de un cajón.
-Señores siento interrumpir, pero si maña vamos a morir no me
quiero quedar con las ganas de comerme el pastel de Sebastián- parlotea Hayden mientras
coloca el postre sobre la mesa y entrega las sodas a los chicos.
-gracias por dejarme sin desayuno- responde Sebastián en tono burlón.
- ¿desayunar pastel no es dañino? - pregunta Thaniel mientras ríe.
- no si es tu favorito-
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